Nación

 lunes 10 de noviembre de 2014

 

El ex ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez, recibió Orden de Boyacá

Foto: www.lafm.com.co

Presidente Santos condecoró con la máxima distinción que puede recibir un ciudadano colombiano al destacado jurista tolimense.

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En acto cumplido hoy, el presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, Condecoró con la Orden de Boyacá, en el Grado de Gran Cruz, al ex ministro de Justicia del Derecho, Alfonso Gómez Méndez.

Al término de la ceremonia, el mandatario de los colombianos, hizo una sentida reminiscencia de la vida y obra el también ex fiscal General de la Nación, en la que destacó entre otros los siguientes aspectos:

“El sastre de Chaparral” es el título de una columna de opinión de Roberto Pombo, publicada en la Revista Semana hace 16 años.
Permítanme citar un aparte de dicha columna:

“El padre de Alfonso Gómez Méndez –conocido sastre del municipio de Chaparral– vio llegada la hora de hacer oficial la tradición familiar de la sastrería, y le notificó a su hijo Alfonso que sería el siguiente, en una ceremonia como de libro de caballería: con las tijeras –como espada– y la cinta métrica –como armadura–.

“La madre, menos conforme con el destino que el padre, le dijo a su hijo: ‘Tú das para mucho más, Alfonso; yo quiero que en vez de ser un sastre de Chaparral, llegues a Jefe de la Estación del Ferrocarril en Girardot’.

“Pues el posible sastre de Chaparral, o jefe de estación en Girardot, ya va de Fiscal General de la Nación a punta de seriedad en el desempeño de su profesión”.

Y no paró ahí… como todos sabemos.

Por eso no es gratuito que hoy rindamos homenaje a Alfonso Gómez Méndez con la más alta distinción que la República le pueda reconocer a un compatriota: la Orden de Boyacá, en el Grado de Gran Cruz.

Sus coterráneos –quienes saben que él iba a la escuela con los pies descalzos– admiran esa historia de superación que él mismo recuerda con legítimo orgullo y que destaca, aún más, los logros de su vida profesional.

A Bogotá llegó –como él lo dijo alguna vez– “sin un peso en el bolsillo” y, una vez aquí, el hijo del sastre de Chaparral fue un alumno consagrado –ávido de conocimiento– que se graduó como abogado en la Universidad Externado.

Se especializó después en Derecho Constitucional en la Universidad de París, y en Derecho Penal en la Universidad de Bonn.
Sin duda, Girardot se perdió de quien hubiera sido un magnífico Jefe de la Estación de Ferrocarril…, pero el país ganó a uno de sus más connotados penalistas y juristas.

Usted habla con alegría, apreciado Alfonso, de los variados cargos que ha desempeñado: Notificador de Juzgado, Auxiliar en la Secretaría Jurídica de la Presidencia, Juez Penal, Conjuez en la Corte Suprema, Representante a la Cámara por el Tolima, Procurador General, Embajador en Austria, Miembro de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes –JIFE–, Fiscal General y –para honor de mi gobierno– Ministro de Justicia y del Derecho.

El doctor Gómez Méndez tiene la satisfacción de haber escalado todos los peldaños –y de haberse gozado cada uno– dejando una lista de grandes contribuciones a su paso.

Él es, ni más ni menos –y solo para dar un ejemplo–, autor del Código Penal y del Código de Procedimiento Penal –que empezaron a regir en 2001–.

A nadie debe extrañarle que se hubiera ganado el cariño de uno de los juristas más prominentes de nuestros tiempos, que fue su profesor.

Me refiero al maestro Alfonso Reyes Echandía –Presidente de la Corte Suprema, inmolado en el holocausto del Palacio de Justicia hace 29 años, y padre de nuestro actual Ministro de Justicia–.

Tal vez porque ambos eran de Chaparral… tal vez porque el doctor Reyes Echandía también tenía un origen humilde –era el hijo del juez de rentas de aquel municipio–… o tal vez porque los unía la pasión por el derecho.

Y si Alfonso Reyes Echandía fue el “mentor jurídico” de Alfonso Gómez Méndez, otro “Alfonso” fue su mentor político: Alfonso López Michelsen.

A estos dos “Alfonsos” los unía el liberalismo, un espíritu contestatario y la coincidencia de ser descendientes de sastres –porque López Michelsen era bisnieto del sastre Ambrosio López–.

Desde sus épocas juveniles en el Movimiento Revolucionario Liberal, el doctor Gómez Méndez mantuvo una coherencia política a toda prueba. Nunca dejó de ser parte de la guardia pretoriana del denominado “lopismo”.

Él dijo alguna vez, con orgullo, que NUNCA cayó en “coqueteos” burocráticos con el conservatismo… aunque… permítame decirles que eso es parcialmente cierto.

Ustedes recordarán que, a mediados del siglo pasado, Carlos Lleras prohibió a los liberales saludar a cualquier vecino, conocido o amigo, de filiación conservadora.

Pues, según palabras del mismo doctor Gómez Méndez, él fue “víctima” de esa prohibición durante su niñez.
¿La razón? En su casa –en Chaparral– le hicieron saber la orden, de estricto cumplimiento… y tuvo que dejar de coquetearle a una linda “godita” de 12 años.

***
Alfonso Gómez Méndez suele decir con satisfacción que siempre ha vivido de su profesión –el Derecho– y no de la política… y que por lo mismo ha asumido la política como un servicio social.

Yo puedo dar fe de ello: él aceptó ser parte de mi gabinete para contribuir –para servir– a este momento histórico que estamos viviendo, en el que la paz es más posible que nunca.

El hijo del sastre de Chaparral asumió el Ministerio de Justicia queriendo contribuir en la confección del “traje jurídico” para la paz –así lo dijo él–.

Entre otras cosas, impulsó la llamada “Ley del Referendo por la Paz”, un instrumento que hoy tenemos como una opción a la mano, para refrendar –Dios mediante– los acuerdos a los que lleguemos en La Habana.

En esa Ley, por ejemplo, se establecen garantías –como debe ser– para que se hagan las respectivas campañas por el “sí”, por el “no” y por la abstención.

Su trabajo fue impecable –incentivando el sano debate en el Congreso– y ajustándose estrictamente al ordenamiento jurídico –tanto así que el mes pasado la Corte Constitucional le dio el visto bueno definitivo a esta iniciativa–.

Pero su trabajo fue mucho más allá: desde el Ministerio, promovió y abanderó foros regionales de justicia transicional, con el objetivo de formar líderes en el manejo de mecanismos para la construcción de la paz, y sentó las bases de lo que debe ser una reforma judicial integral.

Ahora, en plena vitalidad de su periplo existencial, esperamos todos –y muy especialmente en la academia– parte de su legado intelectual: su libro de Derecho Constitucional y Teoría del Estado, y su obra sobre Historia Contemporánea de Colombia y el Frente Nacional, a cuya terminación se consagra actualmente con devoción.

Alfonso Gómez Méndez entiende la importancia de la reconciliación, de acabar con esta guerra absurda que solo nos ha dejado profundas heridas, y de reconocer a las víctimas e involucrarlas en el proceso.

También comprende la importancia de la paz, porque su Chaparral ha sufrido en carne propia el conflicto armado.
Hoy le guardamos gratitud por haberse rebelado contra su “destino” familiar para aportar al destino de todos los colombianos.
Estoy seguro de que sus coterráneos también lo agradecen, porque ellos sienten como propios cada uno de sus éxitos.
Porque usted –doctor Gómez Méndez– honra sus orígenes…

Honra a su querido Chaparral, esa población con alrededor de 50 mil habitantes, donde han nacido tres presidentes –José María Melo, Manuel Murillo Toro y Darío Echandía– y algunos de los más grandes juristas del siglo pasado y actual, como el recordado Antonio Rocha Alvira, el muy lamentado Alfonso Reyes Echandía, y por supuesto nuestro homenajeado de hoy.

Dicen que la Quebrada del Chocho, que riega su paisaje, es fuente de sabiduría e inteligencia y –ante tan claros ejemplos– no somos pocos los que esperamos darnos un baño en sus aguas tutelares.

El hijo del sastre –que pudo educarse en las mejores universidades, que tuvo oportunidades de progreso y que, siendo testigo de la guerra, quiere la paz– es de esos casos excepcionales que queremos que se conviertan en la regla.

Por eso, cuando apostamos por la equidad en la educación, cuando damos becas a miles de jóvenes humildes para que estudien la carrera que elijan en las mejores universidades, sabemos que estamos forjando grandes colombianos, como lo es el doctor Alfonso Gómez Méndez.

Su ejemplo nos inspira pues nos muestra hasta dónde podrán llegar muchos otros compatriotas si construimos entre todos un nuevo país: un país en paz, con más equidad y mejor educado.

En la madrugada del 10 de abril de 1948 –un día después del fatídico Bogotazo–, el líder liberal Darío Echandía pronunció una frase que hizo carrera: “¿El poder para qué?”.

La respuesta nos la da hoy, más de 66 años después, su paisano y hoy flamante portador de la Orden de Boyacá, Alfonso Gómez Méndez: EL PODER… PARA SERVIR.

Fuente: boyacaradio.com

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