Nación

 miércoles 22 de enero de 2020

 

Nana Sanabria, la humorista

Foto: Nana Sanabria Instagram

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Corrían los meses de 1998 y el buen ex decano de la Universidad de La Sabana, Alfredo Ortega Jiménez me invitó a formar parte de un grupo de profesores para la facultad de Comunicación Social de la Universidad Sergio Arboleda.

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“Te voy a dar un grupo muy especial –me dijo con su acento casi militar—y espero que aprendan de ti la experiencia de crear, de saber qué es el Periodismo. Se trata de los muchachos de la primera promoción de comunicadores periodistas de la Facultad”.
La verdad es que a esos muchachos les habían dado brochazos de todo, con un centímetro de profundidad. El título de la materia asignada fue “Análisis de la noticia”. Yo comenté: “más carreta para estos futuros comunicadores”. Cuando llegué a la primera clase, un joven de apellido Hernández, comentó: “¿esta es otra materia de relleno?” Yo, sinceramente, le respondí: “Si, pero vamos a hacer algo distinto”.
“Aquí cada uno de ustedes saldrá con un rumbo definido”, les expliqué.
Les escuché sus preocupaciones, me hablaron de sus sueños, de sus ambiciones y de sus anhelos periodísticos. Con ellos se organizaron unos Premios de Periodismo, se les enseñó como hacer boletines de prensa, cómo gestionar una empresa. A Juan Pablo Bieri le dije que debía mejorar la ortografía. Hoy es un joven muy avanzado y así, uno a uno.
En la primera fila estaba ella. Se identificó como la “Nana Sanabria” y por su movimiento de manos, sus expresiones, su brillo en sus ojos, sus comentarios descubrí que era un ser muy inteligente, capaz, con alta dosis de creatividad y con un futuro promisorio en la actuación.
No hubo profesor que no calcara. Les copiaba sus modales, sus gestos, pero lo inaudito: le imitaba la voz a la perfección. No era una cuenta chistes, ni una burletera. Era una humorista.
Un día le dije: pase al frente y haga un show a todos sus compañeros de clase. Soltó una carcajada y los emuló, uno a uno. Sus condiscípulos no podían de la risa al versen reflejados por esa espontánea forma de remedo que les hacía, con todo lujo de detalles. La aplaudieron a rabiar. Una pidió permiso para ir al baño porque no podía contener la emoción y otras cosas.
Tal vez fue el día más feliz de estos pichones de periodismo en las aulas del tercero piso del edificio de la 74, arribita de la quince en Bogotá, de la afamada Universidad Sergio Arboleda.
--Usted es un genio, le comenté y le voy a poner cinco sobre cinco por esta dinámica. Además, ya descubrió su trabajo para el futuro.
--¿Cuál, teacher?
--Humorista.
Y soltó una estruendosa carcajada que hizo que los ventanales se estremecieran. “Usted -le continué manifestando delante de los otros muchachos- tiene grandes capacidades histriónicas, pero, además, posee un don: es creativa, no se ciñe a un libreto, sabe interpretar, hace parodia, improvisa, maneja las expresiones de su cuerpo, domina al público, es natural y sabe sacar una sonrisa de un público exigente”.
“Usted, le agregué, hace natural lo que comentó alguna vez Charles Chaplin: “Nunca te olvides de sonreír porque el día que no sonrías será un día perdido”.
La Nana se puso seria. Era la primera vez que la veía sin una sonrisa. Se quedó mirándome y manifestó taciturna: “¿usted me está mamando gallo, cierto?”.
--No señora, se lo digo con profundo respeto y admiración. Es más –le agregué--, mañana la espera Guillermo Díaz Salamanca para que ingrese a la nómina de La Luciérnaga. Ya le hablé de usted y se puso contento.
La Nana quedó mustia. Se empalideció, pero todo el salón aplaudió aquella noticia. Tendrían a su primera compañera trabajando en los medios radiales.
La Nana, muy obediente, acudió a la cita con el mejor imitador que tiene Colombia. Guillermo Díaz Salamanca quedó sorprendido al escucharla y esa misma tarde tuvo sus primeros papeles.
Yo estaba feliz. Había descubierto y lanzado a la mejor humorista del país. Estuvo allí varios meses. La escuchaba de vez en cuando y, de un momento a otro, desapareció del radar de los medios.
En el 2019 la encontré en Facebook. No lo podía creer. Estaba de relacionista y de jefe de comunicaciones de una Agencia de Medios. Gran alegría. Contó sus nuevas experiencias. Y le pregunté de golpe: ¿Y el humor?
Dudó en responderme hasta que, sencillamente, dijo: “lo tengo abandonado”.
--No puede ser. No se puede renunciar a lo que verdaderamente es su esencia. Por favor piénsalo de nuevo.
Ahora la Nana Sanabria reaparece. Ya armó su primer Stand Comedy. Ya fue a Caracol Televisión. Ya está en medio de las risas, creando, pensando, gestionando mil formas para sacarle sonrisas a un pueblo con tantas preocupaciones.
Es la mejor noticia del 2020 para el humor colombiano.

Fuente: BR - Guillermo Romero Salamanca

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