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 viernes 27 de diciembre de 2019

 

Nueva York: la ciudad donde no paran los sueños

Foto: New BB

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Es la ciudad de los contrastes. John Kander y Fred Ebb compusieron “New York, New York” para una película protagonizada por Liza Minnelli.

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Pasaron tres años y el tema sólo quedaba en el filme, pero un día Frank Sinatra, con su portentosa voz, hizo una versión que se convirtió en el himno de la ciudad y la bautizó para siempre como la ciudad que nunca duerme.
Sin embargo, es difícil encontrar un desayuno tipo 8 de la mañana, porque aún no han abierto los restaurantes.
En Nueva York todo el mundo va de afán. Uno no sabe para dónde se dirigen miles de personas abrigadas con prendas oscuras, ataviados con una taza de café en una mano y con un celular en la otra. Es necesario caminar siempre por la derecha, estar atento a las señales de los semáforos –donde la luz verde es blanca-- y a las bicicletas que vienen en contravía con un domicilio.

Si no se pone al ritmo de los caminantes, puede ser empujado o recibir una mirada amonestadora de un peatón que lleva su prisa. En Nueva York hay que hacer fila para todo: Si quiere subirse al metro, haga fila, si desea almorzar en un restaurante, ingresar a una obra de teatro, comprar un pan, rezar en la Catedral de san Patricio o ver el mítico árbol de Navidad que levantan anualmente en el Rockefeller Center, en el centro de Manhattan.
Nueva York, lo han dicho mil veces y lo publicó Gay Talesse en The New York Times, es una ciudad de contrastes. Allí se encuentran centenares de nacionalidades, idiomas, pensamientos, criterios y negocios. Así como se deambula en medio de una selva de rascacielos de más de 500 metros de altura en los cuales se mueve la economía mundial, comandada por ejecutivos de Wall Street o de multinacionales, en las aceras se ven a decenas de habitantes de calle que reciben sus tres comidas al día y tienen sus albergues para pasar las frías noches de invierno, pero no reciben un café, sino simplemente “money”.

CIUDAD DE PELÍCULA

Las avenidas y sus edificaciones recuerdan escenas de películas como Batman, El hombre araña, Gotzilla, Mujer Bonita, La noche del Museo, Los Caza fantasmas, King Kong, El día después de mañana, Hombres de negro, Mi pobre angelito, Soy leyenda o El Padrino o, simplemente, la foto del inmortal beso de un marinero con una enfermera tomada el 14 de agosto de 1945 por el fotógrafo Alfredo Einsenstaedt.
Así como hay segundos para apreciar las vitrinas lujosas como las de los chocolates Ferrero, almacenes cuyos trajes costarían hasta miles de dólares, agencias de marcas de relojes y boutiques con lociones, cremas y perfumes, así también hay decenas de vendedores en las aceras con toda clase de chucherías, gorros, guantes, bufandas con precios desde un dólar hasta de 10.

A un lado de los restaurantes donde hay caviar, langostinos y filetes también hay decenas de carritos que venden los famosos pretzel, cortes de carne árabe o perros calientes de dudosa procedencia, que venden con salsa de tomate y mostaza cuya acidez perdura por horas en las gargantas de los comensales.
Nueva York es la tierra o asiento de figuras del cine como Leonardo Di Caprio, John Leguízamo, Mel Gibson, Lady Gaga, Woody Allen, Irena Cara,Marc Anthony, Jennifer López, Robert de Niro, Tylor Sweet y centenares más porque después de Hollywood, todos quieren filmar en esta metrópoli.

En Broadway están las luminarias del teatro o de los musicales. Sólo llegan allí los actores y actrices más talentosos del mundo. En esta época navideña el musical más popular es Aladdín, pero también no pierden su altura El rey león, Chicago, El fantasma de la ópera, Wicked y Los Miserables. Miles de personas viajan a Nueva York con el único fin de presenciar cualquiera de estas obras. Las boletas se consiguen desde 49 dólares y se pueden pedir con meses de anticipación.
Aladdin es un musical que tiene todas las características para atrapar a los espectadores que vienen de Japón, Europa, Bangladesh, India, Suráfrica, Brasil o Colombia. A la salida todos estarán tarareando el tema central de la obra.
Pero Nueva York es necesario caminarla para apreciarla mejor. Después de doblar el cuello un buen rato para admirar las torres y los nuevos edificios en construcción, porque la ciudad cambia todos los días. Se remodela. Adquiere nuevos visos. Hay casi 300 rascacielos llenos de vidrios y remaches que superan los 150 metros y se concentran en Midtown, Lower Manhattan, aunque también hay otras moles en Brooklyn, Queens y en el Bronx.
El edificio más alto es el One World Trade Center con 541 metros de altura, el más alto de los Estados Unidos y el séptimo en el mundo. Cada año lo visitan unas tres y medio millones de personas. Pero siempre será de visita obligada para contemplar la ciudad desde el último piso del Empire Stare Building con sus 426 metros y desde luego, se debe pasar por el monumento construido como homenaje a las víctimas del criminal acto terrorista del 11 de septiembre del 2001.

En el lugar donde estaban las Torres Gemelas se encuentran ahora asentadas dos enormes fuentes sobre las que desembocan unas llamativas cascadas artificiales. En los paneles de los laterales de las fuentes se pueden leer los nombres de los fallecidos en el trágico acontecimiento. Todos los días hay flores frescas y miles de personas se acercan allí a ofrecer una oración.
Los andenes y las orillas de las vías de Nueva York tienen colillas por doquier. A pesar de las jornadas de limpieza, los fumadores continúan con su vieja práctica de creerse los dueños del mundo y arrojan sus porquerías en plena vía pública.

VÍAS DE RECUERDOS

Se calcula que la ciudad tiene unos 850 mil adultos fumadores que, además, pagan 13 dólares por cada paquete de 20 pitillos productores de cáncer. Son los cigarrillos más costosos de los Estados Unidos. Al año, cada uno de estos viciosos gastarán unos cuatro mil setecientos dólares en esa porquería llamada cigarrillo.
En época navideña millones de personas se desplazan por la Quinta Avenida, Times Square, el Centro Rockefeller para ver los alumbrados, pero también para visitar la Catedral del San Patricio, un imponente edificio neogótico, dedicado al Patrón de Irlanda, aunque en uno de sus costados esté una imagen de la Virgen de Guadalupe, solicitada por millares de latinoamericanos.
Cuando la construyeron querían que sus torres tuvieran más de 100 metros de altura para que fuera un gran monumento a la divinidad, pero hoy parece más bien una capilla si se compara con el portentoso Centro Rockefeller, localizado justo al frente.

La catedral fue construida con mármol blanco y en su interior hay dos enormes órganos con más de 9 mil tubos y posee, además, una escultura de La Piedad, tres veces más grande que la de Miguel Ángel en Roma.
Fue allí donde el papa Francisco en su visita del 2015 les dijo a los sacerdotes y religiosos consagrados: “Un corazón agradecido busca espontáneamente servir al Señor y llevar un estilo de vida de trabajo intenso”.
Quienes asistieron a los oficios religiosos de esta Navidad en la Catedral, buscaron sus puestos y ubicación al menos con tres horas de anticipación, es por ello que la prédica de monseñor Timothy Michael Dolan, arzobispo de la ciudad, fue transmitida por varios canales de radio y televisión, para hablarles a quienes no pudieron asistir o quedaron por fuera de la celebración.

En Nueva York también está el Madison Square Garden, que durante décadas fue el epicentro de las grandes peleas de boxeo de Muhammad Alí, Rocky Marciano, Joe Fraziero o del escandaloso Mike Tyson. Allí también se han presentado artistas latinos como Shakira, Óscar D´León, Celia Cruz, Gloria Estefan, La Sonora Matancera, Carlos Vives o los Carrangueros de Ráquira.
A unas cuadras de allí, hombres gabardinas o chaquetas de marca caminan más rápido que los demás mortales. Se dirigen, desde las 8 de la mañana, a la Bolsa de Nueva York, donde se realizan las transacciones más importantes del mundo. Allí se estipulan los precios del petróleo, de las acciones de las compañías más grande del mundo y que han originado la filmación de varias películas de drama y suspenso económico.
Hasta antes de los atentados del 11 de septiembre, era factible ingresar allí para ver un rato los movimientos bursátiles, pero ahora es muy restringida la visita.

Después de otras largas filas se puede viajar en ferry o en pequeñas embarcaciones a la Estatua de la Libertad, declarada Patrimonio de la Humanidad y recordada porque allí era donde se desembarcaban en el siglo XIX los inmigrantes antes de su ingreso a los Estados Unidos. También es posible, por 250 dólares, hacer un recorrido en helicóptero de 15 minutos y divisar desde las alturas la ciudad.
La entrada a la mítica isla Ellis cuesta 18 dólares con 50 centavos. Casi una fortuna para apreciar la estatua de 93 metros desde la base.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA CIUDAD

Nueva York ha cambiado con los años. Ya los taxis no van en veloz carrera, es posible encontrarlos desocupados y ya no piden las propinas de años pasados cuando se consideraban los reyes del universo. Era una verdadera descarga de adrenalina montarse en un vehículo amarillo porque era como subirse a una montaña rusa. Ahora los taxis van reposados, sus sillas son más viejas y los conductores hablan con tranquilidad. Todo esto obedece a la invasión de Uber y de otras plataformas para ofrecer el servicio.
En épocas pasadas era común ver a las personas con decenas de regalos en sus manos, gritando “¡taxy, taxy!”. Ahora las compras se hacen desde Amazon y se piden 15 días antes de la Navidad. Es posible que en unos años los almacenes de modas de Nueva York hayan desaparecido.

La ciudad no tiene grandes supermercados, pero sí hay una cantidad de tiendas de la esquina. Preserva, eso sí, la venta de porciones de Pizza, porque fue allí donde nació este plato de pasta, queso y tomate.
De cada esquina, avenida, parque o almacén podría traer a la memoria un recuerdo sobre algún acontecimiento de la historia, del cine o la literatura. Toda la ciudad es apasionante. Sólo existe un problema: El déficit de baños es altísimo y poco considerado con la cantidad de turistas. En el 2015, por ejemplo, casi 16 millones acudieron a la Gran Manzana.
Por eso, es muy común escuchar la plegaria en algún restaurante: “May I use your restroom, please?” y no hay respuesta afirmativa. Y en el siguiente pasa lo mismo y en el del más allá. Por eso quizá es una ciudad despierta.

Fuente: BR - Angie Sánchez

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